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Fallece Rafael de Paula, el genio gitano que convirtió el toreo en arte

Rafael De la Puebla

El histórico torero gitano Rafael Soto Moreno, conocido en el mundo entero como Rafael de Paula, ha fallecido este domingo a los 85 años. Con su muerte se apaga una de las luces más singulares, controvertidas y admiradas de la tauromaquia moderna. El torero jerezano (nacido en el barrio de Santiago, cuna del flamenco y corazón de la comunidad gitana de la ciudad) hizo del arte un lenguaje propio, será recordado no solo por su extraordinaria habilidad con el capote, sino también por su temperamento, su poesía y su manera de entender la vida como una faena.

Un artista nacido en Jerez

Nacido en Jerez de la Frontera el 11 de febrero de 1940, Rafael de Paula fue un hombre de su tierra: flamenco, orgulloso, de carácter fuerte y alma bohemia. Desde muy joven mostró un talento desbordante para el toreo, marcado por la elegancia, el compás y el misterio. Su figura trascendió lo taurino para convertirse en un símbolo cultural, admirado por artistas, escritores y músicos que veían en él un espíritu libre e indomable.

Su nombre empezó a sonar con fuerza en los años 50, cuando debutó en Ronda en mayo de 1957. Tres años más tarde, tomó la alternativa de manos de Julio Robles, con Antonio Ordóñez como testigo, iniciando una trayectoria que, aunque intermitente, quedó grabada en la memoria de los aficionados por su belleza estética y su sinceridad en la plaza.

Rafael de Paula fue, sobre todo, un poeta del toreo. Su estilo, lleno de naturalidad y hondura, le valió el respeto de sus contemporáneos y la admiración de varias generaciones de toreros, entre ellos Curro Romero, con quien compartió cartel en innumerables tardes. Ambos encarnaban un toreo de inspiración y duende, donde la improvisación y el arte pesaban más que las estadísticas o los trofeos. El Ministerio de Cultura reconoció su aportación al arte en 2002, al concederle la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, un galardón que situaba su figura más allá de los ruedos.

Entre la gloria y el desencanto

Su carrera, marcada por los problemas físicos que lo obligaron a pasar por quirófano en numerosas ocasiones, estuvo llena de paréntesis y retornos. Las lesiones en las rodillas limitaron su continuidad, pero no su leyenda. Pese a las dificultades, Paula siempre mantuvo su esencia: un torero de alma imprevisible, capaz de deslumbrar o desesperar al público con el mismo gesto.

A comienzos de los años 2000 decidió retirarse de los ruedos. Poco después, en 2006, regresó al mundo taurino como apoderado de José Antonio Morante de la Puebla, en una colaboración tan prometedora como breve. Su relación, tan intensa como irregular, duró menos de un año, fiel reflejo del carácter temperamental de ambos.

Una vida llena de anécdotas

Rafael de Paula fue también protagonista de innumerables episodios que alimentaron su leyenda. Uno de los más recordados ocurrió en 2012, durante un acto en el que recogía la «Llave de Oro del Parador» en Ronda. En su discurso, el maestro jerezano no dudó en lanzar críticas a la organización y, en un gesto que solo él podía protagonizar, abandonó el evento con su bastón en una mano y la toalla del hotel al cuello, entre aplausos y sonrisas incrédulas.

Su carácter rebelde y su forma de vivir el arte inspiraron incluso a su hijo, Jesús Soto de Paula, autor del libro Entre clamores y espantás. El soplo del toreo, una obra dedicada a la figura de su padre y al significado más íntimo del toreo.

El último adiós

Con la muerte de Rafael de Paula, Jerez y el mundo del toreo despiden a una figura irrepetible, un artista que transformó el paseíllo en una danza, el silencio en respeto y el riesgo en belleza. Su recuerdo quedará unido para siempre a la historia de la tauromaquia, junto a nombres como Curro Romero o Morante de la Puebla, quien también acaba de poner fin a su carrera por la puerta grande de Las Ventas.

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